Puede sonar a hipocresía o a tópico pero como profesor y actor, si me dieran a elegir entre colaborar con un proyecto nominado al Goya o trabajar con mis exalumnos en un proyecto, elegiría lo segundo. Es difícil de explicar (supongo que los que sóis profesores lo entendéis) y quizás, mi idea del éxito es muy diferente a la idea de la fama. Igual que mi idea de la felicidad lo es a la de la ambición. Dar clases a adolescentes es algo mágico para mi. Es un momento de sus vidas muy importante y cuando estableces vínculos potentes con ellos, aunque no los vuelvas a ver en muchos años (o quizás jamás), esos vínculos quedan para siempre. Sus logros diarios, su camino, sus luchas, su ilusión... todo hace, al menos en mi caso, que te sientas casi como un hermano mayor. Imagináos pues, lo que significó este verano poder trabajar a la vez con ¡tres! de los alumnos a los que más cariño he tenido en todos mis años de profesor. Y aún más, cuando por culpa de la pandemia, no nos pudimos despedir